Muerto el monstruo...
Rosa García, 2019.
Performance e instalación. Cama, espejo redondo, mascarillas faciales, linterna, cuchillo y texto. Medidas variables.
¿Has visto un reflejo blanco
deslizarse en la sombra?
¿Te has dado cuenta? Está frío…
Brilla y susurra en lo oscuro
igual que un cuchillo nuevo.
Deja salir el aliento.
¿Ya te está ardiendo la cara?
Estás encerrado en mi casa
y acabas de darte cuenta.
Todo está negro delante.
Un fila de ruiditos pequeños
acaba de esfumarse justo a tus pies.
Justo como un escalofrío.
Estás encerrado en mi casa.
Estás encerrado conmigo.
Fotografías de la instalación y performance.
Muerto el monstruo... es una performance, pero también es una instalación. Una performance, dada la serie de acciones que se llevarán a cabo sobre un audio que funciona como hilo narrativo de la pieza. Una instalación dado el detritus, el recuerdo tangible de lo acontecido, que permanece en la sala de exposiciones a través de diversos objetos. Muerto el monstruo... me ayuda a pensar en el miedo, en mis miedos, convirtiéndome en uno de ellos. Como medio, la performance me brindaba diversas oportunidades que quiero aprovechar. Primero, la de entender que todas esas cosas que me asustan tienen una identidad concreta, un peso, una silueta, una forma de habitar el tiempo y el espacio. Había aprendido a asustarme de ellas y, por tanto, podía aprender a perderlas de vista, a expulsarlas de mi cotidianeidad. Después, la de asustar a mis miedos, la de matarlos del susto enseñándoles su propia cara reflejada en un espejo. Esa cara que tantas veces había visto, me había imaginado, esa que ahora podía reproducir de memoria. Esa cara como un espejo roto, como un cuchillo nuevo. Pero muerto el monstruo… ¿se acabó la rabia?
Registra: Rosa García y Francisco Holgado